Desde hace una década, y coincidiendo con el aumento de la demanda de actividades de ocio vinculadas a la Danza y el Baile, numerosos investigadores desde diversas disciplinas, ya sea la Danza -coreógrafos, docentes y bailarines profesionales-, la Educación Física, el Periodismo, la Sociología, la Psicología, e incluso, la Neurología, intentan dar respuesta a la gran pregunta: ¿por qué bailamos?. En sus trabajos nos dan razones por las que los individuos sienten la necesidad "vital" y social" de bailar para uno mismo, para otros, en celebraciones familiares o en eventos masivos, puesto que en ocasiones bailamos improvisadamente ante músicas que nos apasionan y motivan, ponemos en práctica y ante el público una coreografía ensayada, o participamos en celebraciones donde la reunión de los más cercanos y los amigos confluyen en torno a las ganas compartidas de bailar.
Entre las investigaciones avaladas por reconocidas instituciones norteamericanas y europeas, no quiero dejar de citar los trabajos del neurólogo inglés Lawrence Parsons, quien fue entrevistado por E. Punset en el PROGRAMA REDES de TVE 1 en el año 2008, y que puedes ver en este enlace. Este investigador, considera entre otras importantes cuestiones, que la música es una de las habilidades humanas que tenemos incorporadas, junto con el lenguaje, y que al bailar, por ejemplo, abrazados a otra persona, la conexión emocional entre ambas es sincrónica, con lo que el disfrute puede ser muy intenso.
El baile aporta cohesión social a los grupos, y el individuo aprende a bailar para compartir experiencias individuales y en grupo al mismo tiempo. Compartir emociones positivas, genera alegría en uno mismo y en quienes te rodean, por lo que, cuando he trasladado la pregunta a mis alumnos, la respuesta ha "encajado" perfectamente en las teorías de Parsons: muchas personas han decidido aprender a bailar, no sólo para dedicarse un espacio y un tiempo a sí mismos, sino para sentirse verdaderamente ¡HAPPY!, porque como dice María, "la alegría debe mover el mundo y tu vida, no cada día, cada instante... y en las clases de Baile de Salón y Zumba®, cada segundo y cada minuto me traen la sonrisa a la boca, que puedo regalársela después a los demás".
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